Una foto de la realidad no es la realidad misma, del mismo modo que un documento adaptado al formato PowerPoint no es una presentación. El acto de presentar es totalmente diferente del acto de leer. La raíz del problema estriba en la forma habitual como se crean muchas presentaciones: a partir de un artículo o un documento previo, sin más estrategia que ir traspasando el contenido del documento a las transparencias y ya está. ¿Cómo que ya está? ¡Así habrás creado un informe, no una presentación! El hecho de proyectar “esa cosa” sobre una pantalla no la convierte mágicamente en una presentación, por mucho que se lea en voz alta.

Sin embargo, aunque muchos aspectos de la estructura de una presentación son similares a los de un documento, al menos cuatro aspectos difieren:
1) Empezar a una profundidad que oriente a toda la audiencia sobre el tema de la presentación
Deberías empezar la presentación con la gran foto, esto es, con la perspectiva global del tema que vas a tratar. Así defines el contexto, la importancia y las fronteras intelectuales de la presentación. A continuación, durante la parte central de la presentación, entrarás en los detalles del trabajo. Finalmente, volverás a la gran foto, discutiendo las repercusiones del trabajo sobre esa gran foto que fue presentada al principio. Es como si partiendo de una gran foto hicieras zoom sobre un aspecto de la misma y tras analizarlo regresaras finalmente a la escala original para que los detalles se vean en contexto.

En un documento, el lector puede hojear las distintas páginas y formarse una idea global de la organización del texto, de dónde se viene y a dónde se va. En una presentación, en cambio, la audiencia no tiene otra pista sobre la estructura de la charla y sobre dónde se está que la que proporcione el presentador. Por eso es importante una buena organización y que se le recuerde al público en qué punto de la presentación se encuentra.

En un documento, los títulos, subtítulos y agrupación en párrafos proporcionan información sobre transiciones de tema y sobre las distintas partes. En una presentación, la audiencia depende completamente del presentador para saber cuándo se ha pasado de una parte a otra. Conviene utilizar transparencias que señalicen claramente las transiciones entre las distintas partes de la presentación.

En un artículo o informe uno puede examinar con detenimiento las ecuaciones, los teoremas, las tablas, las gráficas, los diagramas de bloques, los diagramas de flujo, el código fuente, etc. Sin embargo, durante una presentación la audiencia no dispone del mismo tiempo ni distingue las cosas sobre la pantalla con la misma nitidez que sobre el papel. Seguro que no es necesario incluir cada ecuación; seguro que pueden eliminarse algunas filas y columnas de una tabla o mostrarla como un gráfico; seguro que los diagramas pueden simplificarse; seguro que el tamaño de letra puede aumentarse. Seguro que puedes crear una presentación, no un documento.

La próxima vez que prepares una presentación, pregúntate: ¿estoy proyectando un documento/informe en formato PowerPoint o estoy proyectando una creación que apoya mi discurso? ¿Quién es el protagonista? ¿Las transparencias o yo?"
Fuente: http://elartedepresentar.com/2009/01/14/una-presentacion-no-es-un-documento/